Mallorca nos dio la bienvenida con un fascinante mosaico de historia, naturaleza y mar que cautiva desde el primer instante. En una escapada inolvidable, exploramos la majestuosidad de los acantilados del Cap de Formentor, nos perdimos en el encanto de pueblos como Alcúdia, Pollença, Fornalutx, Sóller y Valldemossa, y vibramos con la energía de Palma, presidida por su imponente catedral. Entre sinuosas carreteras de montaña, miradores de ensueño y playas serenas, descubrimos una isla vibrante y diversa.
Viernes 03/10: de Madrid a Mallorca
Partimos en avión de Madrid el viernes en la tarde. Antes de despegar, escuchamos un curioso anuncio que reafirmaba que íbamos a Palma de Mallorca; sabemos de gente que se ha equivocado de Palma y de Palmas.
Luego de poco más de una hora, aterrizamos en el aeropuerto de Palma de Mallorca, el tercero -después de Madrid y Barcelona- con más tránsito de España. Nos fascinó la gran cantidad de vuelos provenientes de distintas ciudades de Alemania e Inglaterra.
Recogimos el coche de alquiler y tomamos carretera rápidamente en dirección a Puerto de Alcúdia, nuestra base de operaciones para el fin de semana. Luego de aproximadamente una hora, y tras atravesar la isla de sur a norte, llegamos al Hotel Ivory Playa.
Nos registramos, dejamos nuestras cosas y salimos a buscar dónde cenar por allí cerca. Comimos un calzone y una ensalada en Sorrento. Todos eran argentinos. Nos gustó. De allí partimos a descansar.
Sábado 04/10: paseo en Cap Formentor, playa en Port de Pollença y Fira de Alcúdia
Nos levantamos temprano y pudimos apreciar el hermoso amanecer desde nuestro balcón. Nos esperaba un día despejado y de buen clima.
Fuimos a desayunar a un local uruguayo llamado Manjares; allí comimos pascualina y un sándwich de jamón y queso con pan brioche. Todo excelente.
Desde allí tomamos la carretera MA-2220, que comunica Alcúdia con Port de Pollença. Circulamos un buen rato bordeando la bahía de Pollença, disfrutando de la vista al mar e impresionados por la enorme cantidad de gente haciendo deporte por la zona.
Al dejar atrás Port de Pollença, tomamos la MA-2210 en dirección a playa de Formentor. El paisaje playero pasó a uno boscoso. Continuamos por la vía, atravesamos un control de seguridad y seguimos, rodeados de pinos, hasta que empezamos a ascender por una angosta carretera. Pocos coches, muchos ciclistas.
Cap Formentor
Luego de pasar un segundo control de seguridad, los paisajes se tornaron espectaculares: estábamos conduciendo al borde de acantilados. Ya estábamos atravesando el Cap Formentor, uno de los lugares más llamativos de Mallorca. Con mucha precaución, alcanzamos el faro de Formentor, allí desde 1863.
Regresamos con el tiempo contado, ya que esta vía tiene restricción de circulación entre 10 a.m. y las 10 p.m. durante buena parte del año. Esta es la información para este año; recomiendo consultar en internet antes de ir y tomar las previsiones necesarias para evitar una multa.
Port de Pollença
Regresamos a Port de Pollença para pasear un rato. Caminamos por la plaza Miguel Capllonch, donde echamos un vistazo a la iglesia Nuestra Señora de los Ángeles. Nos acercamos al Real Club Náutico, y observamos los botes que allí esperaban acción.
Después caminamos por el Paseo de los Pinos,al borde de la playa.Nos gustó tanto que decidimos darnos un chapuzón allí. Pasamos un par de horas tomando sol y refrescándonos en las tranquilas aguas. Tuvimos mucha suerte con el clima, pues en días anteriores hubo inundaciones en la vecina Ibiza.
No tuvimos problemas para conseguir dónde comer, hay muchas opciones. Al final lo hicimos en un restaurante tex-mex, Dakota. La comida, la atención y el ambiente estuvieron geniales. Es una cadena que tiene varios locales en la isla.
Pollença
Ya por la tarde continuamos hacia Pollença para seguir nuestro recorrido. Comprobamos que el pueblo estaba bastante pintoresco. Atravesamos la Plaza Mayor con destino al punto más importante: El Calvario, una escalera de piedra con 365 peldaños y cipreses a los lados, protagonista de la Semana Santa mallorquina. Arriba nos esperaba, como recompensa, una capilla y un mirador que abarca todo el pueblo.
De regreso, nos premiamos con un sabroso helado en Can Noble, que degustamos en uno de los bancos de la Plaza Mayor. Luego volvimos al coche y regresamos al hotel para descansar un rato.
Fira de Alcúdia
Después de un reparador descanso, nos acercamos a Alcúdia. Conseguir dónde aparcar fue bastante complicado. Esto nos llamó la atención durante todo el viaje: si es así en octubre, imaginen en verano.
Había muchísima gente alrededor del pueblo. A medida que nos acercamos a las murallas que le daban resguardo, nos percatamos de que había puestos de venta de artesanías y comidas, atendidos por venderos disfrazados de romanos. Alcúdia, a pesar del nombre de origen árabe, tiene un pasado romano anterior.
Eventualmente nos enteramos de que estábamos en plena Fira (feria) de Alcúdia. Aun así, nos las apañamos para visitar el bonito pueblo. Bordeamos sus murallas, apreciamos sus principales puertas, caminamos por sus plazas, observamos la iglesia de San Jaume de Alcúdia e incluso vimos algunos de los restos romanos que allí se encuentran.
Alcúdia tiene rincones muy lindos, y la noche le da un aspecto especial. Sin embargo, al estar repleta de gente, no se disfruta igual. Nos fuimos.
Cenamos algo cerca de nuestro hotel y a descansar; mañana nos espera otra larga jornada.
Domingo 05/10: Nudo de corbata, Sierra de Tramuntana y Palma
Para esta jornada habíamos comprado algo para desayunar en la habitación —contaba con cocina—, mientras observábamos que no iba a ser tan espléndida: soplaba con fuerza el viento y no alcanzamos a ver el amanecer por las nubes. Poco a poco el viento se calmó, pero el cielo se mantuvo nublado.
Mientras desayunábamos, nos quedamos viendo a un kitesurfista que desafiaba el viento desde la playa frente al hotel. Aprovechaba cada ráfaga con una precisión admirable, saltando y deslizándose sobre las olas como si volara.
La carretera Sa Calobra y el Nudo de Corbata
Teníamos planteadas para hoy varias actividades, así que abandonamos el hotel temprano con nuestro equipaje y nos fuimos en busca de la MA-10, la carretera que atraviesa la Sierra de Tramuntana.
Después de conducir casi una hora desde que salimos del hotel, y tras pasar el pueblo de Lluc, tomamos un desvío en el acueducto de Escorca hacia la Ma-2141, también llamada carretera Sa Calobra.
Esta carretera es considerada una de las más peligrosas de España: su estrechez, las curvas cerradas, la inclinación (descendemos de 700 a 0 m s. n. m. en pocos kilómetros) y el tráfico de ciclistas hacen que conducir por ella sea una experiencia inolvidable —o traumática—.
Sin embargo, las vistas te quitarán el aliento, en especial desde Coll dels Reis. Mención especial para el Nudo de Corbata, una curva de 360º famosa por el ingenio de sus creadores.
Al final de la vía se encuentra Sa Calobra, una espectacular cala. Si quieren aparcar allí para poder disfrutarla, deben venir muy temprano, ya que el aparcamiento es pequeño.
Las recomendaciones para circular por esta vía son las típicas para carreteras peligrosas: ir a poca velocidad, no dudar en detenerse para dejar pasar a otro, tener mucho cuidado con los ciclistas, tomar las curvas lo más abiertas posible e ir temprano para evitar el tráfico (por allí incluso bajan autobuses).
Nosotros, además de cumplir esto, alquilamos un coche con caja automática: no queríamos tener que lidiar con un clutch desconocido en semejantes circunstancias. Y siempre recuerden: ustedes pueden ser buenos conductores, pero no saben si quien se crucen en el camino también lo sea.
Hicimos la carretera ida y vuelta prácticamente de un tirón. Sólo nos detuvimos en el Nudo de Corbata para tomar una foto y volvimos con el objetivo alcanzado, a la M-10 para continuar nuestro recorrido por la Sierra de Tramuntana.
Los hermosos pueblos de la Sierra de Tramuntana
La siguiente parada fue en Fornalutx, considerado uno de los pueblos más bonitos de España. Allí nos detuvimos para caminar por sus calles empedradas, apreciar sus miradores y edificios de piedra. Aprovechamos para tomarnos un delicioso café en un encantador lugar llamado Corel-la Café.
Después llegamos a Sóller, otro bello lugar, pero bastante más grande que el anterior. Incluso cuenta con tranvía -aún en funcionamiento para el disfrute de los turistas- y con un tren que va y viene a Palma. Allí nos fijamos en la llamativa parroquia de Sant Bartomeu de Sóller y en la concurrida Plaza de la Constitución.
El siguiente pueblo en la vía era Deià, conocido por los artistas que han vivido aquí, pero fue imposible conseguir estacionamiento. Con cada pueblo se complicaba más y más encontrar dónde dejar el coche.
Seguimos hasta Valldemossa, el último para nosotros de esta travesía.De tamaño intermedio entre los dos anteriores, cuenta con la imponente Real Cartuja de Valldemossa, un palacio en el que alguna vez estuvo alojado Frédéric Chopin —buscando mejor clima para su tuberculosis— junto a George Sand, su pareja en aquel entonces.
También nos acercamos a la iglesia de San Bartolomé. Por el camino vimos placas alusivas a Santa Catalina Thomàs, la única santa -por ahora- de las Baleares, oriunda de este pueblo.
En camino a Palma de Mallorca
Valldemossa también se ve muy bien de lejos; a medida que nos alejábamos por la carretera, lo íbamos contemplando.
Era hora de comer, pero decidimos no hacerlo en los pueblos de la Tramuntana porque había mucha gente, así que buscamos un lugar en el camino a Palma y encontramos el restaurante de Canet. Recomendado para una auténtica experiencia mallorquina, rodeados de locales.
Llegando a Palma de Mallorca
Fuimos directo al Paseo Marítimo para estacionar y rápidamente nos percatamos de la presencia del USS Gerald R. Ford anclado a unas millas del puerto. Este es el portaviones más grande y potente del mundo.
Allí mismo pudimos ver el Palacio Real de la Almudaina, lo que alguna vez fue un fuerte árabe reconvertido en palacio, y la enorme Catedral-Basílica de Santa María de Mallorca.
Caminamos por la parte trasera de estos monumentales edificios, encontrando calles angostas y lugares como el Museo de Mallorca, los Baños Árabes y varios palacetes reconvertidos en viviendas de lujo.
Pasamos por la Basílica de San Francisco. Afuera nos atrajo la estatua de Fray Junípero Serra. Investigando un poco, descubrimos que este santo misionero oriundo de la isla fue el fundador de varias misiones en California, entre ellas las de Los Ángeles, San Francisco y San Diego, piedras fundacionales de lo que hoy conocemos como esas grandes ciudades.
Paseando por Palma
Seguimos andando por las calles de Palma hasta llegar a la Plaza Mayor. Entramos en la Parroquia-Basílica de San Miguel, la única iglesia que encontramos abierta durante este viaje.
Volvimos en dirección al Paseo Marítimo y atravesamos el famoso Paseo del Borne, una espléndida calle llena de árboles que concentra el comercio de lujo de la ciudad, coronada con la Plaza de la Reina y su fuente.
Hicimos una última parada en La Lonja, un portentoso edificio del siglo XV que sirvió como lonja y que ahora alberga exhibiciones de arte. En esta ocasión tenían una muestra de esculturas de Miró. Vi a una vieja conocida: El Pájaro Lunar, prestada por el Museo Reina Sofía de Madrid.
Castillo de Bellver
Cogimos el coche y nos fuimos hasta el Castillo de Bellver, situado en una loma cercana. El acceso al castillo ya estaba cerrado, pero valió la pena por la espléndida vista de la ciudad. El castillo se encuentra en medio de un parque al que la gente acude a hacer deporte. También tiene una curiosa capilla.
Atardecer en Son Verí Nou
Nos acercamos a una urbanización en las afueras de Palma llamada Son Verí Nou, desde donde se puede observar la ciudad desde el otro lado de la bahía y disfrutar de un deslumbrante atardecer.
Como el día nunca dejó de estar nublado, esto último no lo logramos; sin embargo, la vista fue interesante.
Después fuimos a poner gasolina y luego al aeropuerto, con suficiente tiempo para devolver el coche, cenar y esperar el vuelo, que finalmente se retrasó aproximadamente una hora.
Reflexiones finales de nuestra escapada a Mallorca
Así terminó nuestro fin de semana en Mallorca, una isla que nos sorprendió por su diversidad: carreteras de montaña que quitan el aliento, pueblos llenos de historia, playas de aguas tranquilas y una capital vibrante que combina lo antiguo con lo moderno. Fueron pocos días, pero intensos y bien aprovechados. Sin duda, nos quedamos con ganas de volver para seguir descubriendo sus rincones.
Más destinos de playa.
Cantabria en verano: Cuevas de Altamira, Santillana del Mar, Comillas, Santoña y Santander.
Tenerife en primavera: ruta completa por el norte y sur de la isla.
Verano en la Costa Cálida de Murcia: Puerto de Mazarrón y Cartagena.
Primavera en Peñíscola, Costa del Azahar.
Verano en Alicante: Altea, Denia e Isla de Tabarca.
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