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Tenerife en primavera: ruta completa por el norte y sur de la isla.

Tenerife fue nuestra elección para una escapada en primavera, con la promesa de buen clima, paisajes volcánicos y pueblos llenos de carácter. Decidimos explorar a fondo la isla más grande del archipiélago, y lo hicimos en auto y sin prisas. Entre playas, miradores, caminos de montaña y ciudades coloniales, fuimos descubriendo su diversidad paso a paso.

Sábado 3 de mayo: de Madrid a San Andrés, Tenerife.

Después de un par de años, volvimos a las Islas Canarias. En nuestra primera visita conocimos Gran Canaria y esta vez le llegó el turno de Tenerife en esta primavera.

Alquilamos un auto, algo totalmente recomendable en esta isla por lo económico y práctico que resulta ser si quieren recorrerla con libertad.

Aterrizamos en Tenerife Norte y nos dirigimos a San Andrés de Santa Cruz, el poblado en donde nos hospedaríamos estos días.

Dejamos nuestras cosas y caminamos raudos a Las Teresitas, la playa más famosa del norte de Tenerife, hecha con arena del Sahara. Queríamos aprovechar la luz de la tarde. Pasamos un rato respirando mar, después de varios meses sin verlo.

Al regresar, hicimos unas compras para el desayuno del día siguiente y fuimos a cenar a Los Parres, un pequeño restaurante en donde comimos unos típicos churros de pescado que estaban espectaculares. Así cerramos nuestro primer contacto con Tenerife.

Domingo 4 de mayo: paseando por Tenerife de norte a sur.

Nos levantamos, desayunamos en casa -por cierto, muy cómodo el alojamiento- y salimos a buscar unas cosas en la farmacia que necesitamos. A continuación, fuimos a San Cristóbal de La Laguna y aprovechamos para tener un primer contacto con el bonito casco histórico de esta ciudad.

Mientras caminamos por las empedradas calles coloniales, tuvimos la oportunidad de apreciar la Catedral, el Museo de Historia y Antropología, y el Obispado de Tenerife.

Tacoronte, serenidad en el corazón del norte.

El día no estaba particularmente asoleado, por lo tanto, decidimos aprovechar para visitar algunos lugares. Nuestra primera parada fue en Tacoronte. Nos llamaron la atención el Parque Hamilton y el Santuario del Santísimo Cristo de los Dolores.

Seguimos conduciendo y nos detuvimos en el mirador de San Pedro desde donde se tiene una espectacular vista de la Rambla de Castro: un paisaje lleno de naturaleza y antiguos senderos junto al mar.

Icod de los Vinos y el Drago Milenario.

Luego nos desplazamos hasta el pintoresco pueblo de Icod de los Vinos. Caminamos por los alrededores de la Parroquia San Marcos y la plaza Andrés Lorenzo Cáceres, desde donde se tiene una excelente vista gratuita del Drago Milenario, el emblemático árbol que se estima tiene de alrededor de 1.000 años de existencia.

Seguimos por la plaza de la Constitución (también conocida como plaza de la Pila) y los interesantes edificios que la rodean, un excelente lugar para tomarse algo a la sombra. Luego continuamos andando por la animada calle San Sebastián, con sus llamativas tiendas y terrazas.

Nos dirigimos a otro mirador, el del pueblo de El Guincho. Desde ese punto tuvimos otra espectacular vista de la costa y del puerto del pueblo de Garachico, nuestro próximo destino.

Garachico, un imperdible del norte de Tenerife.

Estacionamos en el aparcamiento que queda pasando el pueblo y nos acercamos al Tensei Tenmoku, una interesante escultura que invita a fotografiarse junto a ella. Se encuentra en la punta del muelle.

Al pasar por la Plaza de los Amantes, pudimos disfrutar de la linda vista que ofrece de los alrededores del Castillo de San Miguel, todo estaba junto al mar. Luego almorzamos en el buen restaurante Fungi’s.

Nos adentramos en el centro del pueblo, donde nos encontramos con la Plaza de la Libertad, engalanada con una estatua de Simón Bolívar. Nos pareció un detalle bastante curioso.

La zona estaba llena de restaurantes, casas de época colonial, tiendas de regalos (no particularmente económicas), además de más plazas e iglesias. Intentamos comer un helado, pero la heladería más popular tenía una fila tan larga que se nos borró el antojo.

Emprendimos nuevamente el camino y el GPS nos llevó por una ruta de montaña calificada como peligrosa. Esta carretera une Las Cruces con El Tanque, salvando una buena diferencia de nivel sobre el mar en muy pocos kilómetros. Eso no nos impidió tomar unas buenas fotos desde sus miradores, en especial El Lagartito.

Puerto de Santiago, entre playas y acantilados.

Descendimos nuevamente y así llegamos a Puerto de Santiago, ya en el sur de Tenerife. Allí encontramos dos sitios muy populares: la Playa de los Guios, donde por fin nos comimos el ansiado helado, y el impresionante Acantilado de los Gigantes. Aquí nos quedamos un rato extasiados con la vista.

Costa Adeje: lujo, playa y ritmo internacional.

Seguimos adelante. Ya se nos estaba empezando a hacer un poco tarde y estábamos en el otro extremo de la isla, así que decidimos acercarnos a Costa Adeje. Estacionamos en el CC Plaza del Duque y caminamos hasta la bella Playa del Duque.

Esta zona, mucho más desarrollada turísticamente hablando que el norte, se caracteriza por sus hoteles, restaurantes y tiendas orientadas al turista internacional. El lugar nos gustó.

De regreso al auto, aprovechamos para hacer unas compras y emprender el retorno a casa. Sólo haríamos una parada más ese día: para cenar en Candelaria, en la sabrosa Abacería La Mar.

Lunes 5 de mayo: El Teide.

Este fue el día que elegimos para visitar El Teide, la montaña más alta de España.

Antes intentamos visitar Candelaria para conocerla mejor, pero fue complicado encontrar dónde aparcar cerca del centro, en consecuencia, decidimos seguir adelante.

Tomamos la ruta TF-523, que nos llevó entre pueblitos y miradores a través de una espesa neblina, hasta empalmar con la TF-24, la vía principal para llegar a El Teide.

Alrededores del Parque Nacional El Teide.

Más adelante nos detuvimos en el Mirador La Tarta, desde donde se obtiene una impresionante vista de la montaña, con las nubes por debajo de nuestra altura.

Pasamos junto al Observatorio Astronómico de El Teide. Nos encontrábamos a unos 2.200 m. s. n. m. y nos detuvimos en El Portillo, un interesante lugar que alguna vez fue una mina y que hoy ofrece un paisaje semi desértico.

Llegamos a la sede del teleférico que permite ascender hasta cerca del pico. Teníamos boletos para más tarde; preguntamos si podíamos adelantar la subida, pero nos dijeron que no. Conque fuimos a almorzar a Papillon Tenerife. Fue sólo para matar el hambre, nada especial.

El Teleférico en El Teide.

Volvimos al teleférico y subimos rápidamente a la estación superior, pasando de 2.356 a 3.555 m. s. n. m. en apenas 8 minutos. Arriba había que andar con cuidado debido al brusco cambio de altitud. Las vistas son impresionantes, y muchos se aventuran a hacer rutas de senderismo por la zona. Nosotros nos detuvimos a apreciar el paisaje, respiramos lentamente…  y regresamos.

Un dato para tener en cuenta: cuando fuimos, mientras más tarde se hacía, más fácil era conseguir boletos. Incluso una hora antes del cierre ya no quedaba prácticamente nadie por subir.

Regresamos a casa, esta vez siguiendo siempre la TF-24, atravesando los bellos bosques de pinos de la zona, protegida como Parque Nacional.

Cerramos el día cenando cerca de nuestro hospedaje, en el restaurante Los Pinchitos: buena comida y aún mejor atención en San Andrés.

Martes 6 de mayo: de playa en Tenerife.

Playas vírgenes del sur de Tenerife: La Tejita.

Regresamos a la playa. Esta vez nos desplazamos al sur, a La Tejita, una agradable playa virgen de arena donde pudimos disfrutar un rato de sus frescas aguas y del incipiente sol de la mañana.

Queríamos conocer más del tan famoso sur de Tenerife, así que nos acercamos a la archiconocida Playa de Las Américas. Muchos restaurantes, tiendas y una playa que, sinceramente, nos pareció bastante fea. No nos gustó mucho el lugar, de manera que seguimos nuestro camino.

Abades, hallazgo en el camino.

Emprendimos el regreso hacia el norte, pero antes hicimos -casi de casualidad- una interesante pausa en el pueblo de Abades. Almorzamos en el Restaurante Buena Vista, un lugar sencillo pero bueno.

Aprovechamos para tomar un rato el sol en la playa de los Abrigos. Fue un momento relajante, de esos que perduran en la memoria.

Al llegar, vimos lo que parecían unas ruinas en la montaña vecina. Resultó que eran los restos de una antigua leprosería. Nos acercamos, pero no entramos, evitamos este tipo de lugares por la mala vibra. El complejo es bastante grande.

Por allí también se asoma el Faro de Punta de Abona, discreto a la distancia, completando el paisaje costero.

Candelaria: un paseo entre la Virgen y los Menceyes.

Volvimos a tener a Candelaria en el camino, y como esta vez sí pudimos encontrar dónde aparcar el auto, hicimos por fin el paseo que teníamos pendiente.

Íbamos por dos cosas: la Basílica de La Virgen de Candelaria y las estatuas de los Menceyes, ambas ubicadas en la Plaza de la Patrona de Canarias. Es una muestra interesante de las raíces y la cultura del pueblo canario: por un lado, su profunda devoción religiosa por la Virgen de Candelaria; por el otro, el orgullo de ser herederos del pueblo aborigen de estas islas, los guanches, representados aquí por las estatuas de sus jefes o menceyes.

Noche en Santa Cruz.

Fuimos a descansar un rato al hospedaje en San Andrés y volvimos a salir al caer la noche. Tuvimos una cena especial en Etéreo by Pedro Nel: impecable atención y decoración de vanguardia, esperábamos algo más de la comida.

Aprovechamos para caminar un poco por Santa Cruz, la capital de Tenerife. Nos llamó la atención el Parque García Sanabria, con su Estanque de Ranas y Reloj de Flores. Esa noche se jugaba un partido de Champions League, bares y terrazas estaban repletos de aficionados.

Miércoles 7 de mayo: último día.

Llegamos al último día de este paseo, así que tocaba aprovechar al máximo el tiempo que nos quedaba visitando algunos lugares que nos faltaban del itinerario.

La Orotava, arquitectura colonial entre jardines.

Tomamos rumbo a La Orotava, otro simpático pueblo del norte de Tenerife. Logramos aparcar el auto en la céntrica Plaza de la Constitución. Desde allí visitamos la Iglesia de San Agustín y recorrimos los bonitos jardines del Liceo de Taoro y del Marquesado de la Quinta Roja.

Seguimos caminando por la Plaza del Ayuntamiento, apreciando las encantadoras casas de estilo colonial. Entre ellas destaca la Casa de Los Balcones. Desde allí continuamos hasta la Iglesia de La Concepción.

Ya de vuelta al auto, pasamos por El Puente, desde donde se obtiene una interesante vista del mar.

Aprovechamos para dar una vuelta en auto por Puerto de la Cruz, y desde allí, nos dirigimos al aeropuerto para el retorno a Madrid.

La Laguna y retorno.

Decidimos almorzar en La Laguna, en un pintoresco restaurante llamado La Hormiga, donde le ponen un toque interesante a la comida. Pero antes pasamos por una típica casa al lado que sirve de centro de documentación de Canarias y América.

Aún nos quedaba algo de tiempo, así que nos tomamos un café de especialidad en AHUL. Muy bueno. Así cerramos este interesante viaje.

Lo que nos quedó por ver en Tenerife.

  • Santa Cruz, la capital, merece más tiempo.
  • Loro Parque, uno de los zoológicos más populares de la isla.
  • El Observatorio Astronómico de El Teide, sólo lo vimos por fuera.
  • Playa de Los Cristianos, el tráfico nos lo impidió.
  • Vida nocturna en Costa Adeje y Playa de Las Américas.

Consejos para viajar por Tenerife en primavera

  • Alquilar auto es fundamental.
  • Ir temprano a El Teide o reservar el teleférico con antelación a través de su página web.
  • Evitar Playa de Las Américas si buscas tranquilidad
  • Las mejores vistas: miradores San Pedro, La Tarta y El Lagartito.

Reflexiones finales sobre nuestro viaje a Tenerife en Primavera.

Tenerife en primavera nos regaló paisajes sorprendentes, contrastes marcados entre norte y sur, pueblos encantadores y naturaleza imponente. Nos llevamos una muy buena impresión de la isla, ideal para recorrerla con calma y sin prisas, tal como marca la idiosincrasia de los canarios. Queda claro que es un destino al que bien vale la pena volver.