cantabria en verano

Cantabria en verano: Cuevas de Altamira, Santillana del Mar, Comillas, Santoña y Santander.

Empezamos nuestro recorrido por Cantabria en verano con la ilusión de descubrir sus contrastes: el encanto medieval de Santillana del Mar, la huella modernista de Comillas, la energía urbana de Santander y el carácter marinero de Santoña. Entre carreteras costeras, playas infinitas y pueblos llenos de historia, cada parada nos fue mostrando una cara diferente de esta región del norte de España.

Viernes 22 de agosto: de Madrid a Santillana del Mar y Cuevas de Altamira.

Parada en Lerma.

Salimos temprano de Madrid, tomamos la A-1 hacia Burgos y, luego de un par de horas, hicimos una parada en Lerma, un pueblo con encanto. Nos tomamos un café en la Plaza Mayor, donde pudimos admirar el espléndido Parador de Lerma, ubicado en el Palacio Ducal, y el Convento de San Blas.

Decidimos seguir caminando hasta la Plaza de Santa Ana, donde descubrimos varios lugares de interés, entre ellos el Mirador de los Arcos y el Monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor. La visita fue una grata sorpresa y nos dejó con la idea de regresar algún día para pasar, al menos, una noche aquí.

Llegada a Santillana del Mar.

Santillana del Mar, ese célebre pueblo medieval apodado “la villa de las tres mentiras” (ni es santa, ni llana, ni tiene mar), cautiva con sus calles empedradas y sus casas de piedra, perfectas para perderse paseando.

Fuimos directo a nuestro hospedaje, la Casa del Organista. Aquí encontramos una pintoresca posada y un anfitrión muy amable. Más que recomendada.

Mientras nos registrábamos en la posada, aprovechamos para reservar en el restaurante La Villa. Por suerte, fuimos de los últimos en conseguir mesa. La atención resultó un tanto áspera, pero la comida compensó con creces: crema de coliflor, ensalada con cecina, carrilleras y filetes rusos.

Cuevas de Altamira.

Volvimos a la posada para descansar y luego salimos hacia las Cuevas de Altamira, a pocos minutos en coche de allí. Con la ayuda de un guía recorrimos la Neocueva, una reproducción fiel de las pinturas rupestres paleolíticas, además del museo, y nos acercamos a la entrada de la cueva original. Hasta hace relativamente poco se podía acceder sin mayores restricciones, pero hoy el ingreso está muy limitado. La experiencia dura aproximadamente 2 horas y lo mejor es comprar las entradas con antelación (preferiblemente online).

Fuimos con pocas expectativas, conscientes de que nunca será lo mismo que contemplar las cuevas originales. Sin embargo, la Neocueva sorprende por ser una réplica casi idéntica, y con las explicaciones del guía, la visita resulta enriquecedora. El museo complementa bien la experiencia, aunque si ya se ha visitado el Arqueológico de Madrid puede parecer algo repetitivo.

Paseo por Santillana del Mar.

Regresamos a Santillana del Mar y salimos a explorar sus calles medievales. Pasamos por la Plaza Mayor, donde se pueden apreciar el Ayuntamiento, las torres de Don Borja y del Merino, así como varias casas y palacios con escudos nobiliarios en la fachada.

Quizás el lugar más emblemático de Santillana sea la Colegiata de Santa Juliana, una iglesia erigida sobre un antiguo monasterio del siglo IX. El conjunto destaca por su magnífico claustro románico, que conserva todo el encanto medieval de la villa.

Otro imprescindible en Santillana son las tiendas de souvenirs y productos locales, donde destacan los quesos, los sobaos pasiegos y la quesada. Entre ellas, el obrador Casa Quevedo es toda una referencia para probar sobaos, quesadas y bizcochos, que se pueden disfrutar allí mismo, acompañados de un vaso de leche, o llevar a casa como delicioso recuerdo.

Muy cerca se encuentra el Museo y Fundación Jesús Otero, dedicado al célebre escultor local. La entrada es gratuita y merece la pena detenerse un momento a recorrerlo. Además, Santillana cuenta con otros museos interesantes, como el Diocesano Regina Coeli, el Museo de la Tortura o el del Palacio de Velarde.

A medida que se acercaba la noche, llegaba más gente al pueblo y el ambiente se animaba. Incluso vimos una banda de jazz ambulante paseando por las calles principales. Se nos hizo la hora de cenar y aprovechamos para comer una bandeja de quesos. Estuvo bien.

Sábado 23 de agosto: paseando por Comillas y Santander.

Nos levantamos temprano, ya que nos esperaba una larga jornada. Desayunamos en la posada y nos despedimos con gratitud hasta siempre.

Comillas.

Tomamos la carretera CA-131 en dirección al elegante pueblo costero de Comillas, conocido como la “villa de los arzobispos” y como uno de los focos modernistas más importantes del norte de España, ya que allí este estilo se mezcla con la arquitectura medieval y barroca.

Pasamos en coche por la Playa de Comillas, buscamos aparcamiento a la entrada del pueblo y caminamos un rato por el casco antiguo.

En Comillas destacan el Capricho de Gaudí, una villa modernista diseñada por el arquitecto catalán; el Palacio de Sobrellano, una mansión neogótica construida en 1881; y la Universidad Pontificia de Comillas, de estilo modernista y neogótico.

Los dos últimos edificios fueron mandados a construir por Antonio López y López, primer marqués de Comillas, perfecto ejemplo de un indiano: español que emigró a América, hizo fortuna y regresó a su tierra para invertir.

Si tienen poco tiempo para entrar a estos magníficos edificios, les recomiendo ver El Capricho desde este parque y subir a la Universidad. Desde allí se disfruta de una espectacular vista del pueblo y del Palacio. Además, cuenta con visitas guiadas, servicios y máquinas expendedoras a precios más que razonables.

Playa de Oyambre, San Vicente de la Barquera y Suances.

Retomamos la CA-131 y luego seguimos por la CA-236 hasta llegar a la Playa de Oyambre, una de las más famosas de la zona. Estaba sumamente concurrida, con muchos surfistas en el agua, así que ni nos detuvimos. Los paisajes, eso sí, son espectaculares.

Seguimos por la CA-236, disfrutando de la vista desde el coche, pasamos por la Playa de Gerra, y llegamos a San Vicente de la Barquera, donde no nos detuvimos. Luego tomamos rumbo a Suances.

Nuestro plan era comer en este pueblo, pero no habíamos hecho reservas y todo estaba lleno. Cuando ya habíamos perdido las esperanzas, al salir encontramos un lugar. Nada que valga la pena mencionar aquí.

Rumbo a Santander.

Ya eran las 15:00, así que nos fuimos a Santander, capital de Cantabria. En menos de una hora estábamos registrándonos en el hotel.

Como estábamos relativamente cerca de la Playa del Sardinero, empezamos por allí nuestra exploración exprés de esta ciudad. Caminamos un rato a la orilla de la playa.

Llegamos a la Península de la Magdalena, donde se alza el Palacio de La Magdalena, residencia veraniega de la realeza a principios del siglo XX. Se puede rodear la península a pie o en un tren turístico; nosotros optamos por hacerlo andando.

Además del Palacio, se pueden visitar el pequeño Museo El Hombre y La Mar, el Parque Marino de la Magdalena y el Faro de la Cerda.

Regresamos al coche y dimos una vuelta al tradicional Barrio Pesquero. Cerca de allí nos desplazamos hasta el museo de arte contemporáneo Centro Botín; aparcamos y apreciamos la interesante estructura exterior del recinto. En una próxima ocasión, con más tiempo, lo visitaremos.

Caminamos por los Jardines de Pereda, junto al paseo del mismo nombre. Le echamos un vistazo rápido a la Catedral de Santander, donde se conservan restos romanos.

Luego visitamos la Plaza Porticada, donde se llevaba a cabo un evento de canción montañesa.Nos encantó ver a los asistentes mayores entonando emocionadamente algunas de las canciones.

Las calles de alrededor son en su mayoría peatonales y estaban muy animadas, en especial por ser sábado. Nos tomamos algo para calmar la sed y nos fuimos.

Atardecer en playa de la Arnía y Dunas de Liencres.

Buscamos el coche y nos dirigimos a la Playa de la Arnía, unlugar recomendado para ver el atardecer. Lamentablemente, un atasco en Santander nos impidió disfrutar del espectáculo completo y llegamos justo cuando el sol acababa de ponerse.  

De allí nos fuimos a ver las Dunas de Liencres. No nos resultó especialmente espectacular. Vimos cómo la gente abandonaba ordenadamente la playa con la caída de la noche.

Aprovechamos para buscar dónde cenar cerca y encontramos un lugar en Boo de Piélagos llamado La Picota. Comimos unos nachos y unos chicken strips que estaban muy buenos.

Domingo 24 de agosto: Santoña y regreso a Madrid.

Saliendo de Santander a Santoña.

Salimos del hotel y encontramos un lugar maravilloso para desayunar: la Cafetería Ciudad Bonita Plaza en Maliaño, justo al lado de Santander.

Hacía tiempo que tenía apuntado un lugar cerca de allí llamado Isla La Pedrosa, pero el acceso en coche estaba cerrado y no teníamos mucho tiempo para recorrerlo a pie. El lugar es famoso por sus espantos, así que queda pendiente para una próxima visita.

Tomamos la carretera CA-141, a través de la cual pasamos por Somo, Galizano y Ajo, para finalmente llegar a Santoña, famosa por sus anchoas.

Estacionamos en la calle Almirante Carrero Blanco y salimos a caminar al lado de la playa, desde donde, al otro lado de la bahía, se veía Laredo. En el paseo nos encontramos con la estatua en honor a Carrero Blanco, el clásico letrero gigante con el nombre del pueblo y el histórico Fuerte de San Martín.

Antes de despedirnos de la villa, nos acercamos a la Iglesia de Santa María del Puerto, a la que llegamos justo antes de la misa. Tuvimos tiempo de contemplarla con calma y luego continuar nuestro camino. Con esta imagen nos despedimos, diciendo: hasta la próxima, Cantabria.

Burgos y Sarracín.

Luego de un par de horas de carretera intentamos, sin éxito, almorzar en Burgos. Casi todo estaba cerrado por vacaciones y lo poco abierto estaba reservado.

Ya resignados a comer lo que fuera en el camino, encontramos un lugar abierto y con disponibilidad en el pueblo de Sarracín, a las afueras de Burgos. El sitio se llama Restaurante Casa Paca Sarracín y estuvo interesante.

Con el estómago lleno y la satisfacción del viaje a cuestas, emprendimos el tramo final de autovía que nos llevó de regreso a Madrid.

Reflexiones finales sobre nuestro viaje a Cantabria en verano.

Así terminó nuestro recorrido por Cantabria en verano, una región que combina montañas verdes, playas indómitas y pueblos con siglos de historia. En cada parada encontramos un paisaje distinto, una sorpresa inesperada. Y nos vamos con la sensación de que Cantabria siempre guarda nuevos rincones por descubrir.

Otros destinos en el norte de España.

Explorando los Picos de Europa en Verano: 4 Días desde Cangas de Onís a Potes.

Visitar Lugo y alrededores en otoño.

Verano en Navarra. Valle de Baztán, Valle de Esteribar y Pamplona.

Qué hacer en verano en los Pirineos aragoneses.

Galicia y sus ciudades.