Visitamos por primera vez Alemania, durante tres días en los que hicimos un trepidante recorrido que empezó en la financiera ciudad de Fráncfort del Meno, seguimos por el suroeste hacia Mannheim y Heidelberg, y terminamos en el corazón de la Selva Negra. Aquí les traemos nuestra experiencia.
Visitando Alemania en tres días.
Aterrizamos en Fráncfort del Meno, un aeropuerto relativamente pequeño que ofrece buenas conexiones con Madrid (nuestro hogar) y por el que pasan diferentes trenes hacia el centro de la ciudad y demás destinos en el oeste y centro de Alemania.
Hablando de trenes, el gobierno alemán creó un abono veraniego para incentivar el turismo con el cual por sólo 9 euros al mes se puede usar buena parte de la red de buses, subterráneos y trenes, aunque no incluye los trenes ICE de alta velocidad.
Con semejante ganga, la decisión de cómo desplazarnos en Alemania fue sencilla. Les recomendamos comprar el abono en la página de trenes (Deutsche Bahn) y llevarlo siempre a mano -puede ser en el móvil- ya que hay controles esporádicos en los que te lo pedirán, además de una identificación.
Otra recomendación importante sobre los trenes es bajar en el móvil la app DB Navigator para obtener las mejores conexiones y actualizaciones del estatus de los trenes, ya que el sistema dista mucho de ser infalible y puntual. No nos esperábamos esto último, así que tomen sus previsiones.
Dónde nos hospedamos en Alemania.
Dormimos siempre en Mannheim por la sencilla razón de que una amiga de allí nos invitó, así que nos quedamos todos estos días en esta pujante ciudad que conoceremos mejor en una próxima oportunidad (si nos vuelve a invitar, jeje).
De Mannheim sólo conocimos el lindo apartamento en donde nos hospedamos, la estación de tren y la Zwei Hasen Pizza Mannheim. Allí cenamos una buena ensalada y focaccia recién horneada. Lo mejor del asunto fue que nos comunicamos en italiano, el mío muy rudimentario, pero suficiente. Aquí también nos enteramos rápidamente de algo común en Alemania: hay que cargar efectivo, pues muchos sitios-como este- no aceptan tarjetas.
¿Qué hacer en el casco antiguo de Fráncfort del Meno?
Fráncfort del Meno hace referencia al río que atraviesa la ciudad, el Meno (Main en alemán), siendo el principal afluente del río Rin (Rhein), uno de los más importantes de Europa.
La ciudad es un importante centro financiero de Europa y del Mundo; allí está por ejemplo la sede del Banco Central Europeo, pero nos centraremos en el Casco Antiguo (Altstadt), que es la zona más turística.
Teníamos reservado un free tour para ello, pero un retraso de más de una hora en nuestro vuelo se tradujo en la cancelación del paseo pues teníamos que llegar a comer.
Esto lo hicimos en un restaurante de comida típica alemana y decidimos hacer el recorrido turístico por nuestra cuenta; al fin y al cabo, las calles adoquinadas del casco antiguo de Fráncfort se caminan fácil y rápidamente ya que los puntos de interés están bastante cerca uno del otro.
Empezamos por el Mercado Pequeño (Kleinmarkthalle). Como el nombre lo indica, es relativamente pequeño pero tiene una interesante variedad de productos. Llaman la atención la gran cantidad de especias y frutos secos a granel, quesos y embutidos. En la parte alta se puede comer. Todo está limpio y bien organizado, además los vendedores son amables y dan a probar sin esperar que compres algo.
Seguimos caminando y llegamos a la Colegiata de Fráncfort del Meno, mejor conocida como la catedral de Fráncfort, una magnifica iglesia de estilo gótico. Pueden visitarla por dentro y subir a la torre pagando algo. Me llamó mucho la atención el enorme órgano, quedando pendiente para otra oportunidad asistir a uno de los conciertos que allí se realizan.
Römerberg, Fráncfort del Meno.
Dejándonos llevar por las calles arribamos a la Römerberg, lo que vendría a ser el equivalente a una plaza mayor en España. Deben situarse en el medio y apreciar en 360º los llamativos edificios que allí se encuentran, entre los que destacan el del Ayuntamiento de Fráncfort (Frankfurter Römer) y la antigua iglesia de San Nicolás (Alte Nikolaikirche).
Vimos a lo lejos el río Meno y fuimos en su búsqueda. Sabíamos que teníamos que visitar el Puente de Hierro (Eiserner Steg), pues en este bonito punto de la ciudad podríamos tener algunas panorámicas interesantes. Destaca la enorme cantidad de candados allí cerrados en promesa de amor.
Regresamos y terminamos nuestro paseo por el casco antiguo de Fráncfort en la Iglesia de Pablo (Paulskirche). Esta es de gran importancia en la historia de Alemania ya que allí tuvo sede el primer parlamento alemán elegido públicamente, en 1848. En el 100º aniversario de este hecho, que coincidió con la reconstrucción de la iglesia y gran parte de la ciudad luego de que fueran destruidos durante la Segunda Guerra Mundial, el lugar se reinauguró como centro de exposiciones y eventos.
Después de este recorrido hicimos algo muy típico de Alemania: era la hora del café y pastel (Kaffee und Küche). A las 3 de la tarde los alemanes hacen una pausa en sus actividades para tomarse un café y comer algo de pastel. Me encanta esta tradición.
Tomamos nuestro tren hacia Mannheim y allí dormimos; tocaba reponer energías de cara a la fuerte jornada del siguiente día.
Senderismo en la Selva Negra.
Desayunamos panecillos (es muy bueno el pan alemán) con diferentes tipos de quesos untables, preparamos unas viandas y tomamos un par de trenes con dirección a la Selva Negra. Más específicamente a la pequeña ciudad de Zell am Harmersbach, en el suroeste de Alemania, muy cerca de la frontera con Francia.
Ronda del Gallo y la Gallina
Fuimos allí en búsqueda de la Ronda del Gallo y la Gallina (Hahn-und-Henne-Runde), una ruta de senderismo en plena Selva Negra que ofrece unas vistas espectaculares, un buen nivel de dificultad, 14 kms de longitud con un desnivel cercano a los 500 m, e interesantes opciones gastronómicas.
Nos llamó la atención encontrarnos fuentes de licor (Schnapsbrunnen), unas simpáticas casitas en el medio de la nada con botellas de los licores de la zona, vasitos y una cajita de metal para dejar un euro por cada chupito.
También nos gustaron las tallas en madera, los bancos colocados estratégicamente para apreciar los mejores paisajes de los valles interiores de la zona y los diferentes tipos de bosques por los cuales atraviesa el sendero; en fin, una experiencia extenuante, pero totalmente satisfactoria.
Durante el recorrido nos detuvimos para comer en el pintoresco Vogt auf Mühlstein Gaststätte, un sitio que se encuentra dentro del recorrido y que ofrece platos típicos de la zona. El lugar es acogedor y la atención muy amable. La comida es tan buena como se puede esperar de lo típico alemán. Me encantó una mezcla de cerveza y soda/limón embotellada (radler) hecha en la zona, estaba muy buena.
Vale destacar que de las pocas casas que se ven durante el sendero en prácticamente todas funcionan negocios: ganadería, restaurantes, licoreras, carpinterías; incluso miel de abejas vimos a la venta, todo a pequeña escala. Esto refleja lo industriosa que es esta gente.
Se nos fue buena parte del día por aquí; llegamos de nuevo al punto de partida, nos tomamos las fotos respectivas como testimonio del logro alcanzado y fuimos a esperar el tren para regresar a Mannheim.
¿Qué hacer en Heidelberg?
Estábamos en nuestro último día de este viaje con un vuelo por tomar en la noche, así que teníamos que medir bien el tiempo del que disponíamos. Por ello decidimos visitar la cercana ciudad de Heidelberg a las orillas del río Neckar, otro afluente del Rin.
Heidelberg es conocida por ser una ciudad universitaria. Otro interesante aspecto para destacar es que a diferencia de Mannheim no fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, por lo tanto se mantiene muy parecida a como era en la antigüedad.
Como veníamos de la estación de tren Heidelberg-Altstadt pasamos primero por el Karlstor, un arco que señala la entrada al casco antiguo de Heidelberg, y caminamos hasta el Puente Viejo de Heidelberg (Alte Brücke Heidelberg). Construido en 1788, además de apreciar su estructura de cerca, tendrán unas buenas vistas de la ciudad. Pongan atención a la entrada, ya que allí está el Mono del Puente (Brückenaffe), una estatua de bronce de un mono -símbolo de la ciudad- en donde pueden jugar mientras se toman fotos.
De allí seguimos hasta la Plaza del Mercado de Heidelberg (Heidelberger Marktplatz) en donde pueden visitar la imponente Iglesia del Espíritu Santo (Heiliggeistkirche), el Ayuntamiento de Heidelberg (Bürgeramt Altstadt Heidelberg) y una buena cantidad de cafés y restaurantes para pasar el rato.
Tomamos la calle Principal (Hauptstraße) para seguir contemplando la variedad de negocios de restauración y tiendas de productos artesanales y recuerdos; en fin, una animada y concurrida zona comercial y turística.
Castillo de Heidelberg
Volvimos sobre nuestros pasos en dirección al Teleférico de Montaña de Heidelberg (Heidelberger Bergbahnen), que permite acceder de forma rápida y cómoda, en teoría, a la montaña que bordea este lado de la ciudad. Digo en teoría, porque el sitio puede ser un poco caótico cuando se llena de gente y hay que tener un poco de paciencia.
El teleférico tiene dos tramos, el primero con un funicular moderno, y el segundo con uno antiguo de madera. El recorrido es más funcional que llamativo. Les recomendamos ir temprano y subir primero hasta la última estación desde donde tendrán una magnífica vista de la ciudad, y de bajada, quedarse en la estación del Castillo de Heidelberg (Schloss Heidelberg).
El Castillo de Heidelberg es una de las construcciones antiguas más importantes de Alemania. Cuando llegan a la ciudad es inevitable verlo, majestuoso, vigilante desde la montaña. Por allí hay varios recintos interesantes como el Museo de la Farmacia y el gran barril de vino. Tomen su tiempo para caminar por la zona y volver a apreciar la magnífica vista sobre la ciudad.
Comentarios finales sobre Alemania en tres días.
Como se mencionó al inicio, esta fue nuestra primera visita a Alemania. Dejamos por fuera los museos aunque hay varios interesantes por donde anduvimos, ya que con tan poco tiempo disponible le dimos prioridad a los paseos urbanos por Fráncfort del Meno y Heidelberg, y a la apreciación de la naturaleza en la mundialmente famosa Selva Negra.
Aprendimos un par de cosas útiles de Alemania: carguen siempre efectivo, no se fíen mucho de los horarios y frecuencias de los trenes, y estén preparados para correr en estaciones porque algunas transferencias son cortas. Y finalmente, que los alemanes, a diferencia de la gente del mediterráneo, no le dan tanta importancia a las comidas y sus horarios.
Hasta la próxima.
Escrito por FUShoots. Edición de texto por Lastmario.
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